Existen ciertas noches en que las cosas simplemente no pueden ser igual que siempre. Hoy es una de esas ocasiones.
Normalmente, con el ánimo tan decaído, gracias a los problemas en casa o en general por las dificultades que a veces llegan, la rutina es escuchar el disco que más me guste o relaje;uno con el que me ponga de buenas o simplemente me tranquilice un poco. Y acompañarlo de un buen vaso de thé o un mokka, para pasar el trago amargo.
Pero hoy todo fue radicalmente distinto.Para empezar la música: primero Nirvana, por aquello de todo el angst pero también el sentido de depresión sin salida. Después algo de blues clásico: Robert Johnson, Muddy Waters, John Lee Hooker, hasta B.B. King y su famosa Lucille, que el día que yo le cante así a mi A.A. ya estoy del otro lado. Y por supuesto,Johnny Cash, no hay depresión de blues sin él, y más con la de Hurt, que me viene importando un rábano si es de él o de NIN, la canción, en su interpretación es majestuosa y te hace llorar las lágrimas que ni siquiera creías tener.
Ya entrados en el mood bluesero, me dió por tomar whiskey. Sólo un par de copas de Jack y nada más.
Pero curiosamente, por lo depresivo y patético que puede resultar el cuadro, quizá por eso fue que se me empezó a subir el ánimo. Sólo que ahora tengo ganas de ir a un cruce de caminos a venderle mi alma al diablo, y regresando tomarme un bourbon, un escocés y una cerveza.
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